domingo, 3 de junio de 2018


Del color del musgo húmedo
(Avance de la novela de Ana Teresa Cué,
publicada por Galeón Books)

Prólogo



  •    Todos tenemos una música preferida, esa canción que nos recuerda un amor, un acontecimiento feliz, un momento único, tal vez la infancia. La mía, a la que acudo tanto en las horas altas como en las bajas, la que me llena de fuerza, la que alegra mi espíritu, la que me hace recordar quién soy y lo que soy capaz de hacer, es ‘El Pericote’, el baile ancestral de mi tierra, Llanes. Me nacieron con él, me he alimentado de él y espero que en mi último adiós suene él.
  • Esta novela está escrita buscando la inspiración a través de su sonido. Para escribir me acompaño de mi carpeta especial de música, confeccionada sólo para ello. Fuera de ella, a solas, me espera impaciente la música de ‘El Pericote’. Sin abrir aún el manuscrito de mi novela, la pongo, cierro los ojos, la gaita inunda mi ser al tiempo que mis manos la acompañan golpeando la mesa, que se convierte en tambor al sentir el repique de su son. Son que me transporta a mi Llanes.
  • Güela, Güelina, Tías, Mamina. Mujeres llaniscas: cariñosas y tiernas, recias, nobles, fuertes en los momentos que hay que serlo, con la vulnerabilidad que da la sensibilidad, alegres y con gran sentido del humor, optimistas, altruistas, generosas.
  • Cada una de ellas me aportó algo, me enseñó, me descubrió el abanico de posibilidades que dan las diferentes miradas sobre un mismo tema, eso sí, siempre marcado por un denominador común: honestidad, lealtad, integridad, dignidad. Palabras sagradas para ellas: familia, amistad, conciencia, valores, la Magdalena. Mujeres llaniscas que han hecho de mí gran parte de lo que soy. ¡Qué grandes maestras he tenido!
  • Desde que nací, mis veranos fueron la estancia en el paraíso, aquellos veranos que empezaban en junio y acababan en octubre, y siempre en nuestro barrio de Santa Ana, con las tías.
  • Las exquisitas comidas de tía Aurora: nunca he vuelto a comer un arroz con leche como el que ella hacía. Me descubrió el mundo de los libros, hizo de mí la lectora empedernida que soy.
  • ¡Los bordados de los trajes de aldeana que nos hizo Tía Güichu!, que es como llamábamos mis hermanos y yo a nuestra tía Mª Luisa. Sentada en su mesa camilla, con un pequeño foco, cogía uno a uno los corales con la aguja, con habilidad asombrosa.
  • Mi madre y las tías hicieron que, desde mi más tierna infancia, sintiera que los dos días más importantes del año sean el 21 y el 22 de julio: la Magdalena. Me inculcaron el amor por nuestra bendita Magdalena. A mi madre, la vida no le dio el tiempo necesario, pero me quedó tía Güichu para enseñárselo a mi hija.
  • Cuando los mozos del bando bajan a hombros la Hoguera, entre ellos mi hijo, las mujeres del bando, vestidas de aldeanas, cantamos:
  • Somos de la Magdalena
  • Aunque nos cueste la vida
  • Aunque nos pongan al frente
  • Cañones de artillería.
  • Con los ojos enaguados y rompiéndose la voz por la emoción contenida, miramos al cielo, sabiendo que ellas están ahí. Siempre fue su estrofa preferida.
  • Ahora que mi hija, siguiendo la saga familiar, vive en Méjico, separadas por el ancho mar, pero juntas en la distancia, de una sola garganta salen dos voces que siguen quebrándose en la misma estrofa.
  • Al llegar a Llanes desde Barcelona, nada más vernos, tía Güichu empezaba a cantarla, y nosotras con ella, acabando siempre con un “¡Viva la Magdalena!”
  • De Teresina Cué de la Fuente, mi madre, ¡qué decir! Mujer sabia, prudente, llena de risas, nos inculcó el amor a Llanes, amor que crece cuando se está en la distancia. Hace muchos años que nos dejó, pero sigue viva en mi corazón y continúa a mi lado, dándome apoyo y cuidando de mí y de los míos.
  • Los datos históricos de esta novela referidos a Llanes son auténticos, recopilados durante la guerra por mi tía Aurora Cué de la Fuente: anotaciones hechas a lápiz en hojas de calendario de los hechos de interés histórico, en el día a día de Llanes y su concejo, desde el 18 de julio de 1936: aviones, barcos, destrucciones de capillas, almenas, asesinatos, prisioneros... El resto, los personajes y las historias, aunque a veces basados en hechos reales, y algunos con nombres propios auténticos, son pura novela.
  • No veáis en este diario a derechas e izquierdas, a rojos y azules, tan sólo ved que el mundo está lleno de buenas y malas personas. Ved la historia de Llanes y de los llaniscos que vivieron en ella; una etapa dolorosa para todos; en ambos bandos sucedieron cosas; las ideas políticas no son lo relevante.
  • No os quedéis sólo con la guerra; es el escenario y los decorados; mirad los sentimientos: son la verdad. El amor es lo único que vale, lo único que realmente mueve el mundo. Los mayores se adaptan a la situación como pueden, los jóvenes maduran día a día a pasos agigantados. Lo que queda, claro es, que la guerra es mala para todos los que tienen que vivirla.
  • Este libro es un homenaje a mi madre, a mis tías, a mi abuela y a mi bisabuela. A estas dos últimas no las conocí, pero me las dieron a conocer. Y a Llanes, al que me enseñaron a sentir y a amar, mi tierra, mis raíces, mi esencia. Y a la Magdalena, que cada día me acompaña en mi caminar.
  • Gracias a todas. Vuestra, hija, sobrina, nieta y bisnieta.

  •                                               Ana Teresa

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